La obra de Ray Smith no ha sido nunca juzgada por sus propios méritos en el contexto de un museo. Esto podría atribuirse a su juventud, excepto por el hecho de que su obra se ha convertido en muy breve tiempo en un proyecto ambicioso, y sobre todo, no convencional, que de alguna manera ha perturbado las cómodas y conocidas armonías del mundo del arte. Esta actitud de espera es con frecuencia el resultado directo de la pomposidad artística que muchos consideran inherente a su obra.